Apellido de origen francés que platanizado se convirtió en marca por excelencia. Los hijos de Gustavo y Queta entraron a la sociedad con un sello particular, sorprendiendo porque, para qué en una familia con tantos hijos, todos marquen el servicio, la convivencia y una decencia (por decir lo menos) en su actuar, se logró que ninguno calificara para oveja negra. A menudo, en familias numerosas se corre el riesgo de vivenciar ese “desliz”. María Cecilia, Gustavo, Francisco, Luis Javier, Lía, Carlos Vicente, y Antonio, se destacan cada uno en su campo y sobre todo en el servicio a los otros … Cómo no recordar la época de la infancia, en su casa de San Fernando, a espaldas de la actual Carulla. Lugar acogedor, “lleno de gente”, donde siempre había movimiento y bullicio. Hoy, cuando las circunstancias me devuelven a ese lugar, siempre hay un dejo de añoranza: “la casa de la mona y sus hermanos”. El recuerdo: el bus del colegio con don Pepe, el conductor, alegre y entusiasta esperando que Lía abordara.
Gustavo era el “joven más bello de Cali”: el accidente de carro, al norte de Cali, cambió su físico, pero engrandeció su espíritu. Varias veces candidato a la Alcaldía, es una persona con la que Cali siempre puede contar. María Cecilia quien vivió varios años fuera del país, (creo en Australia) al lado de sus hijos, cuidando muy en especial a la mayor, preciosa, quien tuvo alguna forma de discapacidad. Luis Javier con su dedicación al trabajo, sus hijas y María Isabel su compañera de toda la vida. Carlos Vicente, en Bogotá, como concejal, con una posición crítica, clara, de quien no traga entero. Toño, también en su trabajo, con su familia, en el periodismo (aunque no siempre de acuerdo con él) pero siempre con la marca de respeto hacia la diferencia. Y claro, Lía, compañera de clase, de ese grupo de personas con las que tejes una amistad eterna aun cuando la distancia física no facilite el encuentro constante. Pero allí están. Allí están esas amistades perdurables en el tiempo que no necesitan presencia física para saber que permanecen. Lía y Juan Martín, cada uno en sus diferentes actividades y profesiones, al lado de sus hijos Toña y su hermano. ¿Qué “alimentó” a los De Roux para hacerlos tan especiales?
Y claro, Francisco a quien nunca Colombia terminara de agradecerle lo que hizo por la salud emocional de sus ciudadanos, lo que hace por la reparación del alma nacional. Su esencia y condición humana eran garantía del resultado del informe que reflejó la Comisión de la Verdad. Sí, existirán compatriotas que no crean en la imparcialidad de ese trabajo, pero se necesita no conocer la estirpe de los De Roux para dudar de su buena intención y de su compromiso con la verdad. Cada colombiano comprometido con el presente y el futuro, tendrá que recordar (y agradecer) lo que este hombre, su familia y su estirpe, han hecho por ayudarnos a ser mejores seres humanos. Lo que impacta del informe es nuestra indiferencia (y complicidad social) con lo sucedido, cualquiera que hubiesen sido los agresores y las víctimas de esta brutal guerra. Se nos congeló el alma, no nos dimos cuenta (o no nos quisimos dar cuenta) y lo que necesitamos ahora es conciencia, asombro, memoria y reparación. ¿Estaremos a la altura de este llamado sanador?
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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